Es frecuente escuchar en un restaurante a un grupo de personas charlando sobre los mercados bursátiles. Reconozco que cada vez que surgen este tipo de tertulias espontáneas en la mesa de al lado suelo cotillear todo lo que mi oído me permite. Casi siempre uno de los comensales recomienda a otro la compra de una u otra acción de una compañía por la cantidad o el porcentaje de dividendos que distribuye anualmente. Suele ser la variable clave que esgrimen para invertir o para no hacerlo.
Hay un gran número de accionistas del Banco Santander, Repsol, Telefónica o BME que únicamente lo son por el alto dividendo que ofrecen anualmente, sin atender a ningún otro criterio técnico o fundamental. En este artículo intentaré explicar la falacia de que una empresa es mejor cuanto mayores sean los dividendos que reparte.
Lo primero que hay que tener claro es que el dividendo distribuido se descuenta del precio de cotización, por lo tanto, a priori ni ganamos ni perdemos cuando se reparte un dividendo. Si una empresa cotiza a 100 euros y reparte un dividendo de 5, instantáneamente pasaría a valer en Bolsa 95 euros. El 5% que ganamos por el reparto de dividendos lo perdemos por la depreciación que sufre la cotización del activo en el que hemos invertido.
Sin embargo, fiscalmente tenemos que tributar inmediatamente por los 5 euros cobrados (un 20% si ganamos anualmente menos de 6000 euros procedentes de la inversión y el ahorro) lo cual significa que tributamos por la cantidad de 1 euro, por lo que realmente recibimos 4 netos. El cobro de dividendos de un 5% nos genera una pérdida automática de un 1% de la inversión. Además, es una cantidad de dinero que Hacienda no nos devolverá en el futuro si nuestra inversión acaba siendo perdedora. Imaginad que compramos una acción A que no reparte dividendos y otra B que reparte un dividendo del 10%. Cerramos la operación con una pérdida neta en ambas (dividendos cobrados incluídos) del 20%. Con la acción A no pagamos nada a Hacienda, con la B habríamos pagado un 2% cuando nos repartieron el dividendo, por lo tanto, con la acción que no repartió dividendos obtuvimos una pérdida neta del 20% y con la que los reparte del 22% (20% por fluctuaciones en el mercado y 2% por pago de impuestos).
Por otro lado, se suele argumentar que si una empresa reparte grandes dividendos es porque tiene un negocio muy sólido, lo cual no es cierto. Un ejemplo claro lo tenemos con una empresa Ponzi (la de las estafas piramidales) que suelen repartir un dividendo anual (también se les denomina intereses) de entre un 5% y un 10% que sirve como reclamo publicitario. ¡Qué bien, he invertido 100 y ya tengo 10 de vuelta tras el primer año, suelen pensar los inversores que caen dentro de estas estructuras tramposas! Es cierto que puede haber cierta correlación entre empresas sólidas y empresas que distribuyen altos dividendos, pero ésta no es muy relevante, y en todo caso, es mejor inducir la solvencia/solidez de una empresa por su nivel de deuda, por el dinero que tiene en liquidez o por sus beneficios anuales que por la cantidad de dividendos que reparte.
La semana pasada tuvimos un ejemplo con el Banco Santander de lo peligroso que es invertir basándonos en el dividendo que reparte una empresa, de un día para otro sus dirigentes acordaron disminuirlo en una cantidad cercana al 66% de lo que habían prometido repartir. Espero que estas líneas os sirvan para reflexionar sobre que una empresa no es mejor ni peor por el dividendo que reparte. Si el dividendo fuese la variable principal de una inversión, el año pasado todos tendríamos que haber invertido nuestro dinero en Endesa que repartió un dividendo del 46%.